Microcréditos
El inglés romo y pastoso del joven americano era un bálsamo al lado del acento acerado, cortante y ceceante de los hindúes.
“Nuestra misión consiste en proporcionar servicios financieros a los muy pobres, pero económicamente activos”.
“¿Alguien de vosotros tiene experiencia en microcréditos?”
Las miradas se cruzaron interrogadoras. Sí., por supuesto, claro que he oído hablar, pero ¿sabré lo suficiente?.
Las miradas respondieron a la pregunta dibujando en las caras algo indefinidido que quedaba entre una interrogación y la duda más absoluta.
“Lo que hacemos aquí sigue la metodología del Grameen Bank de Bangladesh. El pionero. El invento de Muhammad Yunus. A diferencia de la mayoría de las organizaciones, nosotros nos centramos en los pobres urbanos, los habitantes de los slums, que son una minoría entre los pobres de este país, pero aún así son más de cien millones de personas”.
“La búsqueda de nuestros nuevos clientes y el seguimiento de las operaciones nos exige mucho trabajo de campo”.
¿Clientes?
“Sí. ¡Son nuestros clientes!. Esto no es una ONG ni nuestra actividad es la caridad. Tampoco dependemos de donaciones. Se trata de una empresa basada en el beneficio mutuo donde buscamos ventajas para los clientes al mismo tiempo que ganar dinero en el proceso…”
Era, sin embargo, una empresa con maneras de ONG, y con instalaciones también. Muebles austeros que evidenciaban haber conocido otras aventuras empresariales. Un local modesto donde el aire acondicionado era remplazado por esos enormes ventiladores de techo de aspas perezosas que agitaban un ambiente denso y cálido. Mosquitos. Enormes cantidades de mosquitos.
“Únicamente prestamos a las mujeres. Los hombres tienden a gastar los préstamos en asuntos de índole personal. Las mujeres en cambio los emplean en mejoras familiares o en la creación de pequeños negocios”.
Un pequeño negocio es aquí tal vez unas herramientas para reparar bicicletas sobre un pañuelo en una esquina. O unos kilos de mangos y plátanos comprados a primera hora en el mercado central para revenderlos después por cualquier parte.
“Nuestros productos son préstamos que van desde 50 hasta 300 dólares..”
“El principal problema con el que se encuentran nuestros clientes es la imposibilidad de ofrecer garantías a los bancos tradicionales. Por ello se organizan en grupos de cinco clientes”.
Una reunión semanal con cinco grupos. Veinticinco mujeres hablando de la vida económica de sus familias. De las esperanzas y las miserias a las que se han tenido que enfrentar y las que les esperan. Si una no
asiste se deja su silla vacía de forma que todo el mundo sepa de su ausencia. Si uno de los clientes no puede pagar esa semana, será el resto de su grupo el que se deba hacer cargo de garantizar el pago de la deuda.
“Comenzamos el año pasado ofreciendo productos de crédito personal, para negocios, para emergencias, vivienda, salud y celebraciones. Realmente sólo hay dos productos que interesen a nuestros clientes: el microcrédito crédito familiar y el empresarial.”
“Al principio la mayoría de los préstamos, el 72% eran solicitados para uso familiar, pero la situación ha cambiado y ahora es de menos del 25%. La posibilidad de acceder al dinero ha hecho que gran parte de nuestras clientas vean en la posibilidad de poner en marcha pequeños negocios la realización de su sueño de sacar a su familia de su situación de pobreza. Ni siquiera sabemos si eso es cierto. Tal vez no tengan suficientes recursos o conocimientos. Pero en cualquier caso es un camino a su alcance.”
“Más del 99% de los préstamos de nuestros casi 100.000 clientes son devueltos puntualmente”.
Perdido entre aquellas explicaciones realmente pensaba que de mediar otras circunstancias, de no tener los condicionantes y las cargas que uno tiene, me hubiera encantado quedarme allí un año o dos, como el joven americano.
Tan sólo para participar en esa empresa apasionante.