L.C.D.A.

septiembre 24, 2006

Olores I

Filed under: General — tale0 @ 12:11 am

El Olor de un País

Entró en tromba nada más abrir la puerta del avión. Llegó hasta nosotros inunándolo todo antes incluso que los rayos de luz del luminoso amanecer subtropical.

Asaltó nuestros sentidos en busca de las puertas por donde llegar a las partes más antiguas de nuestra alma. Para instalarse en nosotros para siempre.

Olfato. Olor. Sensación. Aire. Entorno.

Mezcla inconfundible, pero indefinida. Amalgama de mango, curry, de estiercol de vaca y sudor,de  nuez de betel, sueño, sándalo y ceniza, de piel y de eternidad, ruido,  especias, calor. Mucho calor. Realidad caótica hecha sensación.  Sorpresa hecha olor.

Primero nos recibió el olor. Poco después recibimos el saludo de sus gentes.

Namasté!

Los dos quedaron en nosotros para siempre. 

septiembre 16, 2006

Princesas II – La apuesta

Filed under: Cuentos — tale0 @ 9:11 am
                                                    
                                                                        (Para la primera parte de esta historia, pinchar aqui )

El jugador de gafas había dejado la reina de corazones sobre el tapete.
 
El jugador de su derecha hizo un montón con los descartes al tiempo que preguntaba: 
 
–  ¿Una carta?
 
La reina de corazones venció poco a poco el pánico de verse boca abajo, notando como la hierba verde y áspera del tapete le abrasaba el rostro. Voces. Sólo voces. Miedo. Sólo miedo. Cegada como estaba únicamente podía oír lo que estaba pasando.
 
Las nuevas cartas repartidas pasaron a remplazar los descartes. Se miraron entre ellas. Se asignaron papeles tratando de conjugar un guión, una combinación ganadora.
El jugador de la derecha examinó atentamente su nueva mano. Naipe a naipe. Una sensación de poder, de triunfo se fue abriendo camino de forma escondida por su interior. Dejó pasar el tiempo. Con mirada neutra. Adoptando la mejor de sus expresiones inexpresivas. Levantó la vista hasta enfocar a su oponente.
Entonces entendió que a pesar de todo no tenía la mano ganadora. Al menos no en este juego.
El jugador de gafas había dejado todos sus naipes sobre el tapete y le miraba con una expresión de seriedad en su rostro.
  
En su mano, de forma absurda, sin estar en el guión, como si fuera un juguete, una pistola. Un arma de un gris oscuro. De acero pavonado. De apariencia engañosamente inofensiva,  le estaba mirando a través de su único ojo ciego.
– Apostar para ganar mi propio dinero es un juego que no tiene gracia.
– Espera! Puedo reunir todo que debo. Sólo necesito unos días..
 
– Eso mismo ya nos lo has dicho otras veces. Escucha: en realidad a mi todo esto me da igual. Yo únicamente estoy aquí haciendo un trabajo. No es a mí a quien debes convencer.
 
– Mañana mismo puedo….
No llegó a terminar su frase. Sólo por un breve momento pudo oir el sonido de la detonación. El proyectil de plomo hizo que ese breve instante fuera su último recuerdo. Después todo fue negro. Después no hubo nada.
Cayó sobre el tapete. Una mancha comenzó a extenderse. Una ola de color rojo oscuro se extendió lentamente sobre la mesa transformando todo lo que alcanzaba en una prueba judicial.
La reina de corazones asustada, desesperada, testigo mudo de esta partida jugada con unas reglas desconocidas. Se da cuenta impotent
e de que la sangre caliente está mojándola. Rojo de sangre sobre el rojo de su corazón tatuado. Cierra los ojos. Intenta no pensar. Intenta no escuchar.
  
El asesino guarda el arma en su bolsillo. De forma fría, desapasionada. Se enfunda unos guantes de goma. Guantes de cirujano fuera de lugar. Absurdos en aquel sitio. Con cuidado levanta a su víctima. Recoge todos los naipes y la colilla aplastada del cenicero. Son los únicos objetos en los cuales, a pesar de todo su cuidado de profesional, no ha podido evitar dejar su huella.
Lo primero que hará al salir de ahí será quemarlo todo.

Para leer la continuación de este relato pulsar aquí

© Tale

septiembre 8, 2006

SOMOS LO QUE COMEMOS

Filed under: General,Inventos — tale0 @ 6:24 pm

  COMIDA BASURA

e viene a la memoria  la genial película de Woody Allen Todo lo que siempre quiso saber sobre el sexo pero nunca se atrevió a preguntar  cada vez que oigo la expresión COMIDA BASURA. Es aquella película donde el cuerpo humano es presentado como una especie de enorme factoría con sus diferentes salas de máquinas, un cerebro que es una sala de control, con sus encargados, operarios, calderas, tuberías, y donde el propio Allen interpreta el papel de un angustiado espermatozoide-paracaidista con dudas existenciales ante la proximidad de un orgasmo del protagonista.


Imagino al encargado del estómago como un hombre de mediana edad enfundado en su guardapolvo y una tablilla sujetapapeles en la mano mientras deambula por el estómago dirigiendo sus cuadrillas de operarios.

Está moviéndose en la oscuridad de una enorme gruta que es el estómago, caminando con altas botas de goma sobre un piso inundado hasta sus rodillas y donde flotan los restos de comida a medio digerir.

De tanto en tanto observa con expresión preocupada la enorme abertura en el techo de la caverna por donde van llegando los nuevos alimentos. Va dando instrucciones a su gente al mismo tiempo que habla por el intercomunicador.

Joder, otra vez ha vuelto a ir al burguer!. La que voy a tener que oir de hígado!. Que si vamos pasados de triglicéridos!, que si el colesterol!, que si lo que hace falta es fibra!, Como si yo pudiera hacer algo!.

Coge con una mano el intercomunicador al tiempo que equiva con un balanceo experto una especie de terremoto debido a los movimientos del estómago.

A ver, cerebro:  ¿Qué coño pasa?, ¿Podéis hacer algo para frenar todo esto?. Estoy a tope!.

<cerebro>:  Conciencia lo está intentando, pero ha tomado el control «instintos primarios» y esos tíos no le hacen ni puto caso. Intenta aguantar que veremos qué se puede hacer.

<estómago>: Vale, vale. Seguro que se está muy cómodo ahí arriba dando explicaciones. Me gustaría veros sobre el terreno.

<hígado>: Pero quieres parar de enviarme grasa!. Como sigas así me voy a cabrear y entonces os vais a enterar todos.

<estómago>: Vale tío, no la tomes conmigo que yo hago lo que puedo.

Se dirige a un grupo de sus trabajadores.

A ver, vosotros : Me recogéis cada hoja de lechuga y cada trocito de tomate y lo guardáis . Como se os pierda algo os corto los huevos. Y vosotros, me apartais toda esa grasa y la dejáis en ese rincón. Luego ya veremos que hacemos con eso.

Para ellos la comida es simplemente eso, comida.

Y así debe ir funcionando la digestión de la comida basura, que es una expresión que nos hemos inventado en los países opulentos, porque la gente que no lo tiene fácil para comer, no le pone adjetivos a la comida.

septiembre 1, 2006

Volare

Filed under: Cuentos — tale0 @ 8:08 pm
                                                                                                                                                 
 
 
El pequeño avión rojo nunca había llegado a volar. Siempre le ocurría alguna cosa.
A veces había sido un fallo en el motor, o una tormenta había hecho que fuera demasiado peligroso despegar, otras veces era un fallo en la radio.
El caso era que por una u otra razón, el pequeño avión rojo siempre había estado en el suelo.
 
Un día llegó a aquel apartado aeródromo un famoso aviador. Era un hombre muy experimentado que llevaba muchos años fumigando los campos. Dijo que él conseguiría volar con el pequeño avión rojo. Se montó y se dirigió a la pista de despegue.
Cuando corría a la máxima velocidad y ya estaba a un palmo del suelo, un cortocircuito desató un pánico de luces en el panel de mandos. Aquel palmo de altura fue el vuelo más alto que jamás hizo el pequeño avión rojo.
 
El pequeño avión rojo siempre tenía una palabra amable con los otros aviones que aterrizaban. Les decía cuales eran los mejores sitios, donde debían repostar, con quien debían tener cuidado, de quien se podían fiar.
 
Por las noches, en el hangar, el pequeño avión rojo siempre pedía a los otros aviones que le contaran sus viajes. Se quedaba horas y horas escuchando con atención, imaginando como sería surcar los cielos, atravesar esas nubes de algodón, saludar al sol, como si fuera un pájaro.
 
Cuando el pequeño avión rojo se quedaba solo en su rincón del hangar, se ponía triste y lloraba, lágrimas de aceite se escurrían por su fuselaje. Nunca quiso explicar a nadie su secreto.
 
El pequeño avión tenía miedo a volar.
© Tale

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