Sant Antoni
Todas las grandes ciudades tienen algún lugar así y la mía también.
El Mercat de Sant Antoni es uno de los grandes mercados tradicionales de Barcelona. Un enorme edificio más que centenario alberga un mercado de puestos de alimentación rodeado por pequeños establecimientos de ropa y complementos.
Sería un mercado como los demás, salvo que los domingos por la mañana ocurre algo especial.
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Cuando el gol de Zarra era una primicia |
Los domingos por la mañana el reloj y el calendario se detienen en el mercado y dan un salto de varias décadas hacia atrás. En todo el perímetro exterior se instalan puestos temporales donde se venden todo tipo artículos relacionados con la industria editorial: Libros, postales, pósteres, películas, discos. Nuevos y viejos. Sobre todo viejos. O mejor dicho, objetos sin tiempo. Artículos que han conseguido dejar de envejecer y que simplemente son.
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Albumes del paleolítico. Alguno estaba por casa |
Pasear un domingo por la mañana por el mercado es reencontrarse con todas esas revistas, esos libros, esas fotos que alguna vez fueron tuyos, o de tu familia, o tal vez de algún amigo. Como si de alguna manera hubieras pactado con una antigua amistad un lugar y un momento donde podrías volver a encontrarte y descubres que está cumpliendo su parte del pacto.
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Corrillos de cambio de cromos |
Las calles adyacentes se llenan asimismo de corrillos espontáneos y organizados por la tradición. Niños con colecciones de cromos anhelantes de conseguir el preciado ejemplar con el que acabar el álbum. Padres pertrechados de listas y lápiz en mano, transformados en agentes cambiarios aficionados de fin semana, estableciendo la logística. Asegurando que las transacciones se realicen correctamente. Que nada se olvide.
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El uso de los libros |
No es un lugar donde abunden los turistas, ni al que se deba ir a buscar algo concreto. Tal vez sólo a mirar, o a aprovechar un domingo por la mañana.
O a que alguno de esos objetos te encuentre a ti.